Con ánimos renovados iniciamos este viaje después de dejar atrás la pandemia. Largo trayecto nos quedaba por delante, pero la ilusión de retomar la normalidad previa al confinamiento hacía que el esfuerzo mereciese la pena.
La llegada a Ezcaray se produjo, tal como estaba previsto, en plena noche. Allí cada cual se acercó a sus alojamientos respectivos a dejar los bártulos y, mientras unos se quedaban en sus habitaciones cenando y descansando, otros, los más inquietos, prefirieron hacer un recorrido por la villa, bien en busca de un paseo gratificante o de un lugar para reponer fuerzas y disfrutar de los placeres de la fría noche riojana.
La mañana siguiente nos sorprendió con temperaturas próximas a 0 grados centígrados. De todas formas el cielo estaba completamente despejado y hacía presagiar, como así sucedió, un tiempo ideal para pasear por los montes próximos a la villa (el grupo setero) o por la propia villa de Ezcaray, que lucía sus mejores galas, (el grupo excursionista).
Cargados con los aperos propios de micófagos (cesta, navajas,…) tomamos rumbo a Valgañón, sito a pocos kilómetros de Ezcaray, donde esperaban otro grupito de gente y los guías que nos iban a acompañar y asesorar en nuestro recorrido. De la excelencia de los guías que acompañaron al grupo más numeroso a la desidia total del guía que acompañó al grupo más pequeño (en el que yo me encontraba) hubo una diferencia abismal. De todas formas se recogieron una buena cantidad de especies destinadas a la exposición, amén de otras setas destinadas a nuestras cocinas particulares.

La comida se solventó en un bar de Ezcaray a base de platos riojanos. La tarde se desarrolló apaciblemente por las calles de la villa en la que nuestro grupo se hizo notar por la vistosidad de nuestra indumentaria. A la hora de la cena cada uno resolvió su papeleta como buenamente pudo o quiso ya que la oferta no era demasiado abundante. Vuelta a los alojamientos para conciliar el sueño a la espera de que amaneciera nuestra última mañana en La Rioja.






El domingo nos recibió con la misma climatología: frío, seco y soleado. Tras el desayuno quedaba esperar el comienzo de la exposición micológica. Ésta, que se celebraba en la Plaza de la Verdura contaba con expertos micólogos como nuestro paisano de Valdés, Luis Calvo, miembros de la asociación Errotari de Durango (Esteban Ruiz Pastor o Martín López Cueto) entre otros. El esfuerzo realizado por la asociación Amigos de Ezcaray, el ayuntamiento y vecinos dio como resultado un magnífico ambiente en el pueblo debidamente engalanado para el acontecimiento con diversos y sorprendentes motivos micológicos.

En la exposición se catalogaron cerca de 300 especies de hongos, algunos de ellos aportados por miembros de nuestra asociación como Spathularia flavida, Langermannia gigantea o Pholiota destruens. Lamentablemente, y debido a causas ajenas a la organización el estado en el que se presentaron algunos ejemplares no era el idóneo ya que la sequía dejó a muchas especies sin el aspecto típico que deberían tener para ser reconocibles.



El regreso a la tierrina se realizó sin contratiempos y la ovación dedicada a los organizadores del viaje al desembarcar en Llano fue una clara demostración de resiliencia: las dificultades encontradas durante estos tres días fortalecieron, aún más si cabe, la cohesión del grupo.








Tres miembros de nuestro grupo con Carmelo Úbeda, «alma mater» de la exposición micológica.
En la foto de abajo Esteban Ruiz Pastor (sociedad micológica Errotari de Durango) clasifica las especies recolectadas.


También hubo tiempo para pasear y alternar.