SALIDA A RAÑADOIRO Y CERREDO

Día 15 de octubre. Ya mediado el mes era de esperar que a estas alturas de curso las lluvias hubiesen hecho aparición regando con profusión campos y bosques y creando un ambiente favorable para la aparición de nuestros preciados hongos. Desgraciadamente la meteorología se ha vuelto decididamente en contra de los recolectores de setas y no nos permitió llenar los cestos como cabría haber esperado y hubiésemos deseado.

El primer punto de exploración congregó al grupo en el puerto de Rañadoiro. El día estaba ideal para dar un largo paseo por los caminos y eso fue lo que hicimos, escudriñando taludes, rincones, claros de bosque… sin demasiado éxito. Tal vez el más afortunado fue Diego, que dio con un grupo de Hydnum repandun y algún Hydnum rufescens (gamuzas o lenguas) además de un grupo abundante de Helvella crispa (crispilla). Por supuesto también se dejaron ver un buen número de variadas especies que, a pesar de no tener valor culinario suficiente, son de aquellas que hacen las delicias a cualquier aficionado a la micología. Abajo incorporaré varias fotos de ellas.

Intecambio de impresiones en Rañadoiro

La mañana se nos fue en esos menesteres. Como ya iba acercándose la hora de comer, acudimos al área recreativa de El Rebol.lal para dar cuenta de nuestras viandas. El suelo estaba alfombrado de castañas que sirvieron para remontar la moral del grupo, alguno de cuyos componentes hizo una limpieza exhaustiva del suculento fruto. Otra vez fue Diego el que pudo recoger los Cantharellus cibarius (rebozuelos), que escondidos bajo la hojarasca apenas dejaban asomar sus cabezas amarillas.

Comida terminada, estómagos satisfechos

Para el segundo punto de exploración nos decidimos a acercarnos al robledal de Cerredo. La tarde nos regaló, como ya lo había hecho la mañana; un tiempo espectacular. Monte arriba llegamos al lugar señalado por Fina como sitio ideal para recoger Craterellus cornucopioides (trompetas) y, efectivamente; alguna pequeña cestita se llenó. No fue una cosecha abundante pero suficiente como para quitar el mal sabor que nos había dejado la mañana.

A la hora de retirar, Toño, que previamente había visualizado desde el coche varios grupos de Macrolepiota procera optó por detenerse en un par de puntos de la carretera y ello sirvió para llenar alguna cesta con este hongo del que posteriormente se preparó una sabrosa cena en la que participaron varios miembros de la expedición.

Cena a base de lepiota
Vaya, no parece que lo hayan pasado muy mal.
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